“Amigo Antonio:
El pasado otoño una importante publicación me solicitó una serie de artículos de colaboración periódica sobre la ‘eterna rivalidad’ Madrid- Barça.
Tuvimos tres reuniones, dos de ellas con sendos almuerzos, y llegamos, por fin, a un acuerdo.
Les mandé el primer artículo, que debía servir como presentación de mis sucesivos trabajos. Pasaron los días y no se publicaba. Realicé tres o cuatro llamadas telefónicas y mis posibles interlocutores siempre estaban reunidos, o de viaje, o su extensión telefónica comunicaba o el móvil sonaba y sonaba sin que nadie respondiera.
Y así se llegó a Navidades. En esas fechas me encontré casualmente a uno de mis interlocutores en un conocido restaurante frecuentado por gente del fútbol. Me acerqué a su mesa y después de saludarle le pregunté por nuestro común proyecto. No supo sino balbucear unas pobres excusas.
Te adjunto mi primera e inédita colaboración.
Un abrazo
BERNARDO
VIDAS PARALELAS, PERO MENOS
INTRODUCCIÓN
Madrid y Barcelona son actualmente las dos ciudades más importantes del Reino de España. Desde sus respectivas fundaciones, muy anterior Barcelona a Madrid, se han configurado con sus pobladores, sus estructuras sociales, sus ilusiones, leyendas y hechos reales hasta llegar al siglo XXI.
El estereotipo más manido refleja una Barcelona industrial y trabajadora frente a un Madrid parásito y beneficiado por ser la sede del poder central. Detrás de ello existen múltiples variables reales o ficticias que han creado una rivalidad manifiesta.
En el ámbito futbolístico no es por casualidad que los clubes que llevan el nombre de ambas ciudades sean los líderes en poderío social, económico y consecuentemente deportivo, siendo reflejo vivo de esa rivalidad.
Fue Maestro Plutarco, nacido en Queronea (Grecia) en el siglo I de nuestra era, bajo el imperio de Claudio, quien escribió las VIDAS PARALELAS, una colección de veintitrés parejas oponiendo a un personaje griego con otro romano. El paralelismo se cumplía porque ninguno de cada par vivió en la misma época. Por eso me he permitido añadir el PERO MENOS ya que las dos instituciones objeto de nuestro trabajo cruzarán numerosas veces sus trayectorias históricas.
A partir de hoy, en estas páginas, iré relatando hechos de la historia entrelazada de ambos clubes, Madríd y Barça, a los que ahora se llama ‘eternos rivales’.
Si algún club se ha preocupado por transmitir una imagen permanentemente actualizada de su historia ha sido el Fútbol Club Barcelona. Sería maravilloso que otras entidades futbolísticas manifestaran similar interés y motivación, aunque no pretendan ser más que un club. Ciento dos libros sobre el FC Barcelona adornan mi librería (biografías de jugadores al margen), y no creo tener todo lo que se ha publicado.
Del Real Madrid sólo 61, de los cuales veintiocho publicados después de su Centenario (2002) y otros veinte entre los años 1984 y 2002. Un despertar más tardío.
En vísperas de las Bodas de Oro madridistas (1952) sólo se habían publicado dos pequeños libritos sobre la historia del Real Madrid. El primero en el año 1940 con la firma de Un Veterano, seudónimo de Manuel Rosón, inhabilitado por el franquismo triunfante para escribir en cualquier medio de comunicación. El librito en cuestión, de muy pequeño formato (10,5 x 15,5 cm.), contiene 67 páginas en tipografía más 16 de huecograbado dedicadas a fotografías.
El segundo, diez años después (1950), gracias a la pluma de Ramón Melcón, que de árbitro de tronío devino a periodista futbolístico. De formato un poco mayor (16 x 21,5 cm.), su paginación acaba en 111 y entremezcla textos con ilustraciones en un papel, desgraciadamente, de ínfima calidad, sin duda por la dificultad que comportaba la situación española de aquel tiempo.
Para entonces ya habían publicado sus historias barcelonistas el gran Correcuita (Daniel Carbó), José Luis Lasplazas, Carlos Pardo, Andrés A. Artís, Albert Maluquer…
La rivalidad Madríd – Barça sólo había tenido hasta entonces episodios esporádicos y por tanto ninguna de estas obras reflejaba la pasión anti que después sería consustancial en la mayoría de los relatos surgidos de plumas azulgranas.
El aficionado a unos colores, el hincha, renuncia a toda sofisticación moral. Es capaz de ver la paja, muchas pajas, en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio, porque le está negada esa lucidez que considera sólo debe preocupar a su rival. Al adversario hay que contemplarle con respeto, pero sobre todo con desconfianza. No hay que entenderle sino combatirle y, por supuesto, derrotarle no sólo sobre el terreno de juego sino fuera del mismo. La frase de ganar de penalti injusto y en el último minuto la acepta de todo corazón cualquier seguidor de cualquier equipo por muy antideportiva que sea. Si no fuera así, no habría forofos azulgranas o merengues, culés o vikingos. El hincha es apasionado y visceral hasta adquirir tintes de irracionalidad. Cualquier ‘leyenda urbana’ que perjudique al rival se da por buena y se repite tantas veces como sea preciso hasta convertirla en una verdad aceptada por todos, fomentando el fuego de la pasión. En ello se han distinguido la mayoría de las publicaciones con tintes azulgrana de los tiempos más recientes.
La Historia, con mayúscula, es otra cosa. Se basa en hechos reales, incontrovertibles. Tal día, en tal campo se jugó tal partido; tal fue su resultado, con tales protagonistas. Esta es la Historia.
Distinta puede ser su interpretación. Cada uno de nosotros puede analizar por qué se dio dicho resultado y achacarlo al comportamiento de los jugadores, técnicos o árbitros, incluso a la climatología, el estado del terreno de juego, el ambiente de las gradas o la suerte. Pues muy bien, pero el resultado es inamovible. Y la Historia y su interpretación, en muchos casos, se convierten en gasolina que no ayuda a apagar el fuego de la pasión sino todo lo contrario, cuando en demasiadas ocasiones debería enfriar con su objetividad una temperatura insoportable que puede conducir a la violencia.
De un tiempo a esta parte, la mayoría de los comunicadores futbolísticos han tomado partido claramente por unos colores. Son hinchas de un club y lo manifiestan abiertamente, sin ninguna duda, con fogosa lealtad a sus colores, con entrega irracional, con vehemencia impropia de la superior condición intelectual que debe adornar a los líderes de opinión. Y queriendo, o involuntariamente, mistifican los hechos, los adulteran, para servir a sus fines de forofos, llegándose a creer sus propios inventos.
Con la serenidad de ser imparcial en esta guerra, me considero capaz de narrar los hechos que conforman esta gran rivalidad Madrid – Barça sin sectarismo, con el máximo grado de objetividad y basado en sólidos argumentos.
Los lectores y sus comentarios serán mis jueces.
Bernardo de Salazar
15 de septiembre de 2008